En el polideportivo del pueblo (¿¡aún nos cuesta entender cómo puede un pueblo tan pequeño tener un polideportivo!?) se celebraba la fiesta del pueblo, que consistía en un concierto de coplas de la región que duraba toda la tarde, una competición para determinar los duraznos más ricos de la cosecha del año, vino tinto del peor que os podais imaginar, y comida tradicional muy muy rica en grasas.
En el regreso a Tilcara la carretera estaba de nuevo colapsada, aunque esta vez no era sólo por los visitantes del festival sino por una manada de burros domésticos que regresaban a su establo por la misma carretera que nosotros.
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