miércoles, 4 de abril de 2012

Tilcara

Tilcara es uno de esos pueblos en los que uno se quedaría a vivir y pararía el tiempo: una pequeña ciudad con el suficiente ajetreo e intercambio cultural como para no resultar cerrada o aburrida, pero con una inercia propia que la mantiene en una órbita muy singular. La primera impresión llegando a la estación de buses fue como de repente aparecerse en el Far West, o en los años '30 tal vez. En cualquier caso, de repente estábamos en una película.



Lo primero que hicimos al llegar fue dejar las mochilas en el guardabolsos de la estación, un señor que muy amablemente nos timó en el precio del servicio. Decidimos no discutir y empezar a explorar el lugar. Las excursiones que se pueden hacer desde Tilcara (Pucará, jardín botánico, garganta del diablo) son todas increíbles. La única que nos quedó pendiente fue la famosa excursión de las cuevas, que se contrata en la oficina de turismo del pueblo. Nos cobraban 60 pesos por persona por hacer una excursion a pie de 5h, y nos pareció impagable en ese momento…





El Pucará es un lindo lugar, por las vistas infinitas, por los cactus enormes y sus esqueletos al descubierto, y por el hecho de poderse meter en la vida de un pueblo previo a la conquista y la masacre de la colonización.




Pasando la tarde allí, viendo la puesta de sol desde el punto más alto del monte, y paseando por el jardín botánico cuando ya lo habían cerrado… estábamos en sintonía con la tierra, con el aire, con el sol, con el tiempo y el espacio.




Paseando por el pueblo nos cruzamos con una pareja que nos sonaba familiar... resultó ser nuestro contacto de CouchSurfing, con quien teníamos planeado alojarnos el tiempo que pasáramos en Tilcara. Al final fue algo más que alojamiento... generosamente nos ofrecieron quedarnos en su casa unos días, pues andábamos mal de dinero y necesitábamos ahorrar en hospedaje para poder terminar el viaje.

Vivir con Carlos y Rochelle cinco días era una tentación irresistible para quedarse indefinidiamente. Despertarse por la mañana con el canto de los gallos, desayunar sin prisa, joder un rato con Tito y, antes de que empezara a apretar el calor, aprovechar para lavar la ropa en el patio trasero con el agua fresquita que tanto nos aliviaba en medio de esa tierra árida, ese aire caliente.



Bajarse al mercado a mediodía, y en medio del jaleo comprar verdura fresca y humitas tibias, subirse con las bolsas a casa (¡¡ahogo y sudor!!), y con tiempo y calma pelar tooooda la verdura para hervirla en un puchero… a las 16h ir a hacer alguna excursion, y volver a casa antes de cenar. Disfrutar del viento frío de la noche, mirar las estrellas, tomar licor de crema de limón con leche de cabra (no os hacéis una idea de lo rico que estaba), y dormir bajo las gruesas mantas de lana de llama.
Que la serenidad de esos días nos acompañe siempre…




 




Por último, tuvimos la suerte de coincidir en Tilcara con la celebración del Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Pudimos oír el testimonio de los familiares de algunos desaparecidos durante la dictadura, y formar parte de la necesaria construcción de la memoria colectiva, esa memoria que en España no existe ni siquiera en forma embrionaria: no se menciona. Descubrimos lo mucho que el pueblo necesita apoyarse convocando eventos como éste, que afianzan los valores democráticos y devuelven al pueblo el poder de ser protagonistas de la Historia.


Que el trabajo perseverante de toda esa gente, que el coraje y el compromiso que asumen en sus vidas para luchar por la justicia, se nos contagien y empapen también nuestro día a día…

No hay comentarios:

Publicar un comentario